El 12 de enero, un terremoto dejó a mi tierra, Haití querida, devastada y abandonada. La Palabra de Dios que escuchamos ayer fue un gran consuelo: “Ya no te llamaran la "abandonada", ni a tu tierra "devastada"; a ti te llamaran "Mi favorita", y a tu tierra "Desposada". Porque el Señor te prefiere a ti y tu tierra tendrá marido.” (Is 62, 1-5). Sé que el Señor no nos dejará sólo y que somos en este momento sus preferidos.
Quiero agradecer en mi nombre, en nombre de toda la Familia Vicenciana de Haití y en nombre de mi pueblo, todas las muestras de cariño y apoyo recibidas. Gracias por manifestar en lo concreto que pertenecemos a una única familia, que somos un solo pueblo. Se tiene pocas noticias pero mi familia más inmediata está bien. Se ha confirmado la muerte de Sor Brigitte Pierre, HC, y sabemos también que algunos miembros de JMV han fallecido, aunque no disponemos de cifras y de nombres.
Muchos han expresado el deseo de colaborar económicamente para que se pueda atender a las numerosas necesidades de los miles de sobrevivientes y familias necesitadas. Sin olvidar que quedará un largo camino de reconstrucción.
El Consejo Internacional de JMV, reunido en Madrid (España) del 14 al 17 de enero del 2010, sugiere que hagan sus transferencias en una cuenta de las Hijas de la Caridad de Puerto Rico. En coordinación con las Hijas de la Caridad de Haití, podrán adquirir el material y productos de primera necesidad más urgentes. Reenvíen este correo al mayor número posible de personas que puedan aportar su grano de arena en esta situación de emergencia. Los datos bancarios son:
Nombre: Hijas de la Caridad
Banco: Banco Popular de Puerto Rico
Dirección: Pda. 26 San Juan PR 00909
#cuenta: 026053128
#ruta: 021502011
Nota: Ayuda a Haití
Sé que muchos también no podrán ayudar económicamente. Por eso quiero recordarles que la oración es un arma potente para que Dios, por las vías que sólo su Providencia conoce, ayude al país al salir del caos, a salvar vidas y que se pueda atender físicamente y espiritualmente a tantos hermanos afectados.
El Señor escuche nuestras súplicas, para que, apaciguado el temblor de la tierra, sintamos siempre su amparo y, seguros con su protección, le sirvamos llenos de esperanza.
